Beheaded

Sep 21, 2016

¿Somos lo suficientemente buenos? - Piotr Kropotkin - 1888

Este extracto es de un artículo artículo extraído de la biblioteca anarquista.

Una de las objeciones más comunes al comunismo es, que los seres humanos no son lo suficientemente buenos como para vivir en una situación comunista. Que no se someterían a un comunismo obligatorio, y que aún no están maduros para el comunismo libre anarquista. Que siglos de educación individualista les ha vuelto demasiado egoístas. Que la esclavitud, la sumisión ante el fuerte, y el trabajo bajo el látigo de la necesidad, les ha vuelto inadecuados para una sociedad en la que todos fuesen libres y no supiesen de obligación excepto de la que resulta de un compromiso adoptado libremente para con los demás, y de la desaprobación si no cumpliese con tal compromiso. Por lo tanto, se nos dice, es necesario un estado intermedio de transición de la sociedad como un paso hacia el comunismo.

¿Los seres humanos no son lo suficientemente buenos como para el comunismo, pero lo son para el capitalismo? Si todos los seres humanos fuesen bondadosos de corazón, amables, y justos, nunca se explotarían los unos a los otros, aunque poseyeran los medios para hacerlo.

Si los seres humanos tuviesen un sentimiento de igualdad profundamente desarrollado no oprimirían a otros seres humanos. Los políticos no engañarían a sus electores; el parlamento no sería una caja de parloteos y trampas, y los policías de Charles Warren se rehusarían a apalear a los oradores y auditores de la plaza de Trafalgar. Y si los seres humanos fuesen corteses, respetuosos de sí mismos, y menos egoístas, incluso un mal capitalista no sería un peligro; los trabajadores pronto le habrían reducido al papel de un simple administrador-de-camaradas. Incluso un rey no sería peligroso, porque las personas le considerarían meramente como un semejante incapaz de hacer mejor trabajo, y por ende encomendado a firmar estúpidos papeles para enviarlos a otros excéntricos que se hacen llamar reyes. Pero los seres humanos no son tales prójimos libres de mente, independientes, previsores, amorosos y empáticos como nos gustaría verles. Y precisamente, por eso, no deben seguir viviendo bajo el sistema presente que les permite oprimir y explotar a otros. Tomemos, por ejemplo, a aquellos sastres sacudidos por la miseria que desfilaron el pasado Domingo en las calles, y supongamos que uno de ellos haya heredado cien libras de un tío en América. Con esas cien libras es seguro que no comenzará una asociación productiva para una docena de semejantes sastres abatidos por la misera e intentar mejorar su condición. Se volverá un explotador.

Por lo tanto, cuando oímos a personas diciendo que los anarquistas imaginan a los seres humanos mucho mejores de como realmente son, nos preguntamos simplemente cómo personas inteligentes pueden repetir aquel absurdo. ¿No decimos acaso continuamente que el único medio para volver a los seres humanos menos rapaces y egoístas, menos ambiciosos y menos serviles al mismo tiempo, es eliminar aquellas condiciones que favorecen el crecimiento del egoísmo y la rapacidad, del servilismo y la ambición?